Persecución

Me agazapo detrás de la ventana medio abierta que ha dejado la señora. Calculo que entraré y tendré que esquivar el fregadero, puesto que llevo los dos días de vigilancia observando como la mitad superior de la anciana limpia cazuelas cada tarde. No veo el suelo desde donde me encuentro, pero creo que no será un impedimento. En su intento por no ahogarse (está siendo un junio especialmente caluroso), la mujer deja la ventana abierta después de la limpieza y un ruido de televisor asoma tímidamente, por lo que sé que su entretenimiento vespertino dura aproximadamente una hora. Tiempo suficiente para mi incursión. 

Tengo experiencia y he entrado en lugares con mucha más dificultad; aquí solo hay una persona, no hay perros y no es una calle muy transitada. El único problema que he visto es que solo queda abierta esta ventana; entrada y salida, por lo que si se bloquea mi ruta de escape, dudo que pueda recalcular fácilmente. Mi arma será el sigilo absoluto. 

Ha dejado el estropajo y ya suena la televisión; programa de cotilleos, un día más. Los gritos opacan mis pisadas. Hoy la ventana está más entornada de lo habitual, y la he rozado al pasar; si este inesperado crujido no ha alertado a la anciana, puedo estar más tranquilo.


Esquivo el fregadero dejándolo a mi derecha (afortunadamente no tiene agua), y de un salto bajo a la baldosa azul que recubre el suelo. Una mirada rápida me ayuda a localizar mi objetivo; llevo persiguiéndole casi una semana, y le veo burlarse de mi constantemente a través de la ventana, pensando que no me atrevería a entrar. No me conoce, pero lo va a hacer. Lo veo tumbado en una esquina de la sala de estar, peligrosamente cerca de la butaca de la anciana. Pero debo intentarlo.


Me ha estado robando la comida durante semanas, hasta que he dado con su pista, y no voy a parar ahora. Avanzo con cautela, agachado, sin dejar de mirar a mi objetivo. Siento como mi campo de visión se encoge y solo soy capaz de ver a ese ominoso ladrón. 

Lo tengo a mi alcance, lo he conseguido. Ahora, un golpe violento y volveré rápidamente por donde he venido. Confío en mi fuerza física como para que un golpe sea suficiente. 

Pero un grito a mi espalda rompe mi concentración:

  • ¡¡Fuera de aquí asqueroso, déjanos en paz!!

Me giro a tiempo para saltar y evitar el golpe que me ha enviado la mujer con un palo. La rodeo lo más rápido que puedo (la butaca estaba vacía, debería haberlo comprobado) y enfilo la ventana entreabierta por la que me he colado. He fracasado, pero al menos mi salto ha hecho que pueda volver a la calle sano y salvo. La señora cierra la ventana mientras sigue gritando, y a su lado aparece el afortunado ladrón que ha evitado su castigo. Me mira y sonríe, relamiéndose, enseñando entre sus dientes los trozos del pescado que se ha llevado esta mañana. 


Me doy media vuelta y me marcho, pero esto no va a quedar así. Le lanzo un maullido violento para advertirle. Soy el gato más fuerte del barrio y lo voy a demostrar. 

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